El rumor
de que yo era el vago improductivo
tendido bajo el árbol,
llegó a oídos de Dios.
Y aunque nunca
le pedí media taza de azúcar
a ninguno de mis vecinos
para endulzar mi posición,
el superior quizo removerme
poniendo el barrio
en mi conciencia.
Cierto es que con nadie he hecho migas,
pero también es cierto
que a nadie he importunado.
Yo solo amaba un árbol,
el fruto de su sombra,
esa que hasta el sol
me la cambiaba de lugar.
¿Y acaso un árbol no es un alma?.
Mas,por mi bién y el de los demás,
debía ponerme de pié
y repetir la amenaza
que sobre ellos se cernía.
Salvo el minimo saludo,
y el prestigio por los suelos,
nada me unía a sus causas.
Mi pueblo de siempre,
las gentes de siempre,
los errores de siempre,
nada importante
para un vago que duerme.
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